Número 4158

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NÚMERO 4158

MONTEVIDEO, MIÉRCOLES 18 DE ABRIL DE 2018

República Oriental del Uruguay

DIARIO DE SESIONES

CÁMARA DE REPRESENTANTES
12ª SESIÓN (SOLEMNE)
PRESIDE EL SEÑOR REPRESENTANTE JORGE GANDINI (presidente)

ACTÚAN EN SECRETARÍA LOS TITULARES DOCTORA VIRGINIA ORTIZ Y SEÑOR JUAN SPINOGLIO Y EL PROSECRETARIO DOCTOR MARTÍN PÉREZ

XLVIII LEGISLATURA

CUARTO PERÍODO ORDINARIO

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CÁMARA DE REPRESENTANTES

Miércoles 18 de abril de 2018

Texto de la citación

Montevideo, 17 de abril de 2018

LA

CÁM AR A

DE

REPRESENTANTES

se

reunirá

en

sesión

solemne, mañana miércoles 18, a la hora 15, conmemorando el “Día de las Américas” (Resolución de 12 de abril de 1944), oportunidad en la que hará uso de la palabra el señor Representante Nacional Andrés Carrasco, a fin de exaltar la personalidad de Benjamin Franklin.

VIRGINIA ORTIZ JUAN SPINOGLIO Secretarios

Miércoles 18 de abril de 2018

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SUMARIO
Pág. 1.- Asistencias y ausencias ………………………………………………………………………………………………………………. 4 ORDEN DEL DÍA 2.- Día de las Américas. (Conmemoración). (Resolución de 12 de abril de 1944) ………………………………… 4

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1.- Asistencias y ausencias
Asisten los señores representantes: Pablo D. Abdala, José L. Acosta, Fernando Amado, Gerardo Amarilla, Raúl Amaro, Susana Andrade, Saúl Aristimuño, José Andrés Arocena, Elisabeth Arrieta, Alfredo Asti, Verónica Baranzano, Julio Battistoni, Graciela Bianchi, Daniel Caggiani, Andrés Carrasco, Federico Casaretto, Sonia Cayetano, Richard Charamelo, Roberto Chiazzaro, Gonzalo Civila, María L. Conde, Catalina Correa, Gabriel Courtoisie, Gustavo Da Rosa (1), Darcy de los Santos, Óscar De los Santos, Bettiana Díaz, Carina Díaz, Cecilia Eguiluz, Wilson Ezquerra, Guillermo Facello, Alfredo Fratti, Lilián Galán, Luis Gallo Cantera, Jorge Gandini, Mario García, Pedro Giudice, Óscar Groba, Benjamín Irazábal, Pablo Iturralde Viñas, Omar Lafluf, Elena Lancaster, Nelson Larzábal, José Carlos Mahía, Enzo Malán, Walter Martínez, Washington Marzoa, Graciela Matiauda, Constante Mendiondo, Orquídea Minetti, Susana Montaner, Manuela Mutti, Amin Niffouri, Gerardo Núñez, Juan José Olaizola, Nicolás Olivera, Ope Pasquet, Mariela Pelegrín, Gustavo Penadés, Adrián Peña, Daniel Peña Fernández, Darío Pérez, Paula Pérez, Daniel Placeres, Ernesto Pitteta, Iván Posada, Jorge Pozzi, Luis Puig, Mabel Quintela, Daniel Radío, Valentina Rapela, Nibia Reisch, Carlos Reutor, Silvio Ríos Ferreira, Conrado Rodríguez, Edgardo Rodríguez, Lucía Rodríguez, Juan Federico Ruiz Brito, Alejandro Sánchez, Raúl Sander, Mercedes Santalla, José L. Satdjian, Washington Silvera, Martín Tierno, Javier Umpiérrez, Stella Viel y José Francisco Yurramendi. Con licencia: Sebastián Andújar, Rubén Bacigalupe, Gabriela Barreiro, Cecilia Bottino, Macarena Gelman, Pablo González, Rodrigo Goñi Reyes, Martín Lema, Cristina Lustemberg, Gonzalo Novales, Carlos Rodríguez Gálvez, Nelson Rodríguez Servetto, Eduardo José Rubio, Sebastián Sabini, Berta Sanseverino, Hermes Toledo, Jaime M. Trobo, Carlos Varela, Walter Verri y Tabaré Viera. Faltan con aviso: Mario Ayala, Carlos Cachón, Germán Cardoso, Armando Castaingdebat, Álvaro Dastugue, Walter De León, Héctor Gianoli, Jorge Meroni, Susana Pereyra, Gloria Rodríguez, Edmundo Roselli, Alejo Umpiérrez y María Pía Viñales. Sin aviso: Gabriela Perdomo. Actúa en el Senado: Felipe Carballo.

Observaciones: (1) A la hora 15:31 cesó en sus funciones por reintegro de su titular, la Sra. Representante Nacional Stella Viel.

2.- Día de las Américas. (Conmemoración). (Resolución de 12 de abril de 1944)
SEÑOR PRESIDENTE (Jorge Gandini).- Habiendo número, está abierta la sesión. (Es la hora 15 y 23) ——En cumplimiento de la resolución de 12 de abril de 1944, la Cámara ha sido convocada a sesión solemne, a efectos de conmemorar el Día de las Américas, para oír la disertación que sobre la personalidad de Benjamin Franklin realizará el señor representante Andrés Carrasco. Queremos destacar y saludar la presencia en la primera barra de representantes del cuerpo diplomático, en particular del embajador de Costa Rica, señor Arnoldo Herrera; del embajador de Ecuador, señor Galo Galarza; del embajador de México, señor Francisco Arroyo; del consejero de la Embajada de Perú, señor Martín López; de la secretaria de la Embajada Argentina, señora Lucía Suriano; del embajador de Guatemala, señor Antonio Arenales, y de la embajadora de Colombia, señora Natalia Abello. Agradecemos y saludamos la presencia de los señores embajadores y diplomáticos. Tiene la palabra el señor representante nacional Andrés Carrasco. SEÑOR CARRASCO (Andrés).- Señor presidente: Benjamin Franklin nació en Boston, Nueva Inglaterra, el 17 de enero de 1706, siendo el décimo quinto de diecisiete hermanos y el menor de los hijos varones. Por aquellos años, parte de lo que hoy es Estados Unidos de América estaba conformado por trece colonias británicas. A Franklin cuesta definirlo, dada la diversidad de tareas en que se desempeñó a lo largo de su vida. Desempeñó un sinfín de profesiones y todas con gran éxito. Se puede decir que fue periodista, diplomático, científico, inventor, estadista, político, filósofo, revolucionario y hombre de Estado. Pero si hay algo

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diferencial que lo puede definir a lo largo de toda su vida es que fue un servidor público de una pujanza, simpleza, pureza, filantropía, inteligencia y liderazgo muy difíciles de unificar en una sola persona. Fue una persona que -por la información que se puede recabar- no solo poseía ese espíritu emprendedor, esa virtud de trabajador, de luchador, sino que, además, tenía un sentido del humor muy elevado y trasmitía mucho calor humano a quienes lo rodeaban. Poseía un gran poder de persuasión que, sumado a la perseverancia con que actuaba, le daba la posibilidad de lograr éxito en cada cosa que se proponía. Inteligente para rápidamente analizar y entender la problemática social de la época, podía abordar soluciones al respecto con una originalidad y una capacidad admirables. También podemos definirlo como un observador excelso, analítico, lo cual lo llevó a entender y a sacar conclusiones, a elaborar teorías y a realizar inventos que marcaron hitos en el campo científico, específicamente en el de la electricidad. Benjamin fue, desde muy temprana edad, un aficionado a la lectura, pero siempre se reconoció con dificultades para las matemáticas. A pesar de toda esta serie de profesiones que llevó adelante, él mismo se definía de una forma muy simple, y así lo transcribió en su epitafio, mucho tiempo previo a su muerte: “Aquí descansa Benjamin Franklin – impresor”. Es interesante conocer la historia de sus antepasados para entender las características y la impronta de esta personalidad. Dedicó buena parte de su tiempo a encontrar las raíces familiares y a indagar en ellas. La familia paterna vivió en un pueblo llamado Ecton, en Inglaterra, por más de trescientos años. Hoy es un pueblo de menos de quinientas personas situado en el centro de Inglaterra. Era una familia de tradición herrera -el hijo mayor siempre se dedicaba a este oficio-, muy ingeniosa y con afán por el estudio. Fue de las primeras reformistas y continuó con la Iglesia Protestante, en oposición a la Iglesia Romana. Joseas, su padre, un hombre sabio y de mucha habilidad mecánica, tintorero de profesión, se trasladó a Nueva Inglaterra en 1682, siendo muy joven, con su

primera esposa y tres hijos, buscando practicar en tierras americanas su religión tal como la entendía. En Nueva Inglaterra, Joseas tuvo cuatro hijos más de su primer matrimonio y diez de su segunda esposa, Abiah Folger, madre de Ben, hija de Peter Folger, uno de los primeros colonizadores, quien escribió en favor de la libertad de conciencia. Con esto podemos palpar todo el espíritu libertario e inquieto que está arraigado en los lazos familiares ancestrales de Franklin, así como la vocación de servidor público, que transmitió a sus hijos los conceptos de bondad, honradez, justicia y prudencia en la conducta de vida, que Benjamin bien supo capitalizar. En su Autobiografía, Benjamin Franklin ya desprendía su conciencia de lo que, a la postre, marcó su paso por el mundo, al decir: “Habiendo surgido de la pobreza y de la oscuridad en que nací y me crié, hasta lograr una condición elevada, cierta reputación en el mundo y habiendo alcanzado mi parte de felicidad en la vida”. Con estas palabras simples y claras está marcando su total entendimiento de lo que representaría su paso por este mundo. Es más, a continuación determina, precisamente, su conformidad con lo que ha realizado, diciendo: “Si se me dejara en libertad de escoger, me gustaría que se repitiese mi vida tal como ha sido”. En esta introducción marcó, a mi entender, la claridad de su pensamiento y el entendimiento de la sociedad. Hay una frase que me gustaría citar porque no solo refleja la personalidad y los valores que llevó adelante a lo largo de su vida, sino que aún hoy está vigente y no me cabe duda de que perdurará en el tiempo. Dice así: “He hablado libre y minuciosamente de nuestra laboriosidad, aunque parezca vanidoso, para que la posteridad que lo lea aprecie bien la utilidad que esa virtud me acarreó”. A los ocho años comenzó el colegio, aunque confesó que muy probablemente su habilidad por la lectura debió ser anterior, ya que nunca se recordaba a sí mismo sin el don de leer. Fue enviado al colegio por su padre porque le veía virtudes como estudiante. A los diez años comenzó a trabajar en la fábrica de velas y jabones de su padre, lo que no le gustaba; a él le gustaba el mar. Hay una anécdota en su Autobiografía: “Mi propósito era construir un muelle allí que nos sostuviese, y le mostré a mis amigos un

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gran montón de piedras (destinado para hacer una casa cerca de la marisma) que servirían muy bien para nuestro propósito. Así pues, durante la noche, cuando ya se habían ido los trabajadores, junté un grupo de compañeros y, trabajando diligentemente como hormigas, algunas veces llevando entre dos o tres una piedra, las acarreamos todas y construimos nuestro pequeño malecón. A la mañana siguiente, los trabajadores se quedaron sorprendidos al echar de menos las piedras, que estaban en nuestro muelle improvisado. Se indagó quiénes las habían llevado, nos descubrieron y nos delataron; a algunos de nosotros nos reprendieron nuestros padres, y aunque yo alegué la utilidad del trabajo, mi padre me convención de que nada era útil si no era honrado”. Esta es una enseñanza que toma de su padre: nada es útil si no es honrado. Él siempre destacó de su padre la virtud de lo sano, del buen entendimiento y del buen juicio sobre los asuntos que requerían prudencia, tanto en los negocios privados como en los públicos. A los doce años comenzó a trabajar como aprendiz de impresor en la imprenta de su hermano. Siempre manifestó su afán por la lectura -como habíamos dicho-, pero esto le posibilitó encontrar libros más de su agrado. Cambió su manera de escribir, abandonando la forma abrupta de contradecir y la argumentación positiva por el hábito humilde de quien inquiere y de quien duda, método este que le resultó de gran utilidad a lo largo de su vida para inculcar sus opiniones y persuadir a la gente en función de los proyectos que presentaba. Dice Benjamin respecto a este punto: “La falta de modestia es falta de sentido”. En el correr de su vida este es un punto en el que trabajó arduamente, para curar el vicio del orgullo y de su forma de debatir, prohibiéndose a sí mismo el uso en una discusión de toda palabra o expresión dogmática. No contradecía abruptamente, aunque para él fuese un error lo que se le manifestaba, sino tratando de persuadir hacia su posición. Con el correr de los años esto lo llevó a tener autoridad ante sus ciudadanos en la proposición de nuevas instituciones o en la alteración de las viejas, y gran influencia en los consejos públicos que integró, haciendo pasar inadvertidas ciertas debilidades que poseía como orador.

A la edad de quince años su hermano fundó el periódico New-England Courant, y le surgieron deseos de hacer publicaciones, pero supuso que su hermano no se atrevería a imprimir lo que él escribiese. Envió cartas anónimas que fueron bien recibidas por su hermano y por su grupo de amigos de la redacción, que incluso leyeron en presencia de Benjamin, y estas finalmente fueron publicadas. Posteriormente, decidió revelar su identidad, se manifestó el enojo de su hermano para con él y se ocasionó la primera ruptura de relaciones entre ellos. El periódico continuó un tiempo más y una nueva disputa con su hermano hizo imposible que siguieran trabajando juntos, por lo que decidió trasladarse a Nueva York. Ya con estos escritos se despuntan calificativos sustanciales que lo marcan para el resto de sus días: la perseverancia, la inteligencia, el sarcasmo, el amor por la escritura; aborda y pone en la agenda pública temas controvertidos, provocadores y revolucionarios para su época; promueve el debate de temas sustanciales para el desarrollo de la historia americana. Llegó a Nueva York con el oficio de aprendiz de impresor, pero no consiguió trabajo en la imprenta del lugar. A pesar de ello, el dueño de la imprenta, William Bradford, le ofreció ir a Filadelfia, donde su hijo tenía una imprenta con posibilidades de emplearlo. Así, después de una breve estancia en Nueva York, emprendió viaje hacia Filadelfia, en lo que sería una larga y aventurada travesía en barco. En esa ciudad no consiguió empleo con el hijo de Bradford pero sí en la imprenta del señor Kreimer y alojamiento con el señor Read. Al cabo de un tiempo, logró la admiración de sir William Keith, gobernador de la provincia, y del coronel French de Newcastle, a causa de una carta que Ben escribió para su familia. Esta forma de escritura produjo la admiración de estos señores, quienes se contactaron con él y lo animaron a radicarse en Filadelfia como impresor en su propio negocio, donde intercederían con su padre para obtener el permiso y lo ayudarían personal y económicamente para traer de Inglaterra lo necesario para instalar la imprenta, la cual no dudaban que prosperaría. Fue así que, con la promesa del gobernador de que lo ayudaría económicamente, viajó a Inglaterra a comprar lo necesario para instalar su imprenta y

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establecer contacto con los vendedores de libros y librerías por medio de recomendaciones escritas que este le entregaría. Sin embargo, el gobernador no cumplió su promesa y Benjamin llegó a Inglaterra sin el dinero para comprar lo necesario para instalar la imprenta y sin las cartas de recomendación necesarias para establecer los contactos. A pesar de este desafortunado suceso y de otros, a su llegada a Inglaterra logró trabajar en prestigiosas imprentas y conocer importantes personalidades vinculadas con el mundo de las letras. Esto se debió a la facilidad de relacionamiento y de hacer amigos que siempre demostró. Tenía la virtud de caer bien a la gente con que se contactaba y esto le permitía, por medio de los comentarios que de él se realizaban en la sociedad, comunicarse con personalidades de relevancia. Su sátira verbal y jocosa le aportaba también importancia social. Su poder de influencia y de liderazgo en los grupos que integraba era una virtud que no escapaba a Franklin. Algunos aspectos que me parece de relevancia destacar, y que aportaron resultados muy positivos para el logro de sus objetivos, fueron tener siempre claro lo que perseguía en cada lugar que se encontraba y su tesón para llegar a la meta propuesta. Ejemplo de ello es que en cada trabajo que conseguía lograba ahorrar una porción de su sueldo, muchas veces debido a la muy austera dieta que llevaba adelante. A esto sumemos su espíritu y su capacidad de trabajo. Sus únicos lujos fueron, en muchos pasajes de su vida, la compra de libros, dedicando sus escasas horas libres a la lectura y el estudio, incluso de aquellos temas que no eran su mayor destreza, para lograr mejorarla. Luego de dieciocho meses de estancia en Inglaterra, emprendió el regreso a Filadelfia para trabajar en el comercio con el señor Denham, a quien había contactado y estaba por iniciar un nuevo emprendimiento en América. En su Autobiografía hay un comentario acerca del señor Denham: “Quiero registrar aquí un rasgo del carácter de este hombre admirable. Hacía algún tiempo que había tenido un negocio en Bristol, el cual fracasó y le dejó en deuda con un gran número de personas; llegaron a un arreglo y él se volvió a América. Allí se dedicó a trabajar ahincadamente en el comercio y en pocos años adquirió una cuantiosa fortuna. Al volver a Inglaterra en el mismo barco que yo, reunió a sus

acreedores al llegar, en un banquete en el que les dio las gracias por el fácil arreglo a que se habían avenido al quebrar su negocio y cuando nadie esperaba otra cosa que aquel agasajo, cada comensal encontró bajo su plato un cheque con la suma completa de la deuda con los intereses correspondientes”. Estas actitudes y virtudes son las que Ben destaca de Denham y la clase de personas con las que él intenta relacionarse. De este viaje desde Inglaterra a América resaltan el plan que Franklin se trazó en altamar para regular su futura conducta de vida. Según su propio testimonio fue ideado cuando era muy joven y casi siempre se ajustó a él con bastante fidelidad hasta edad muy avanzada. Finalmente, ese emprendimiento comercial que inician a su llegada a América no perduró más allá de febrero de 1727, dado que ambos cayeron enfermos y Denham murió. Cabe mencionar que Franklin tenía una posición religiosa protestante, pero al leer los libros de disputa comenzó a dudar de la revelación misma y construyó una posición deísta. Creía en la existencia de una divinidad que había hecho el mundo y que gobernaba con su providencia; que el servicio más meritorio a Dios era hacer bien a los hombres; que nuestra alma era inmortal y que el crimen sería castigado y la virtud recompensada. Entendía que debía fortalecerse el principio moral de las personas y esto no lo encontraba en las prédicas religiosas y reuniones eclesiásticas, por lo que decidió no participar más de ellas y llevar un proyecto personal para con él que lo guiara por medio de la perfección moral; sabiendo lo que era bueno o malo, trataría de hacer lo uno y evitar lo otro. Fue así que listó y definió trece virtudes morales de acuerdo al significado y la importancia que según él tenían, y decía que una iba a ir ayudando al logro de la siguiente. El objetivo era ir ocupándose de una cada semana, adquiriendo ese hábito y, así logrado, pasar a la siguiente la próxima semana. A los setenta y nueve años, recordaba con gratitud el proyecto trazado y agradeció haberse apegado lo más posible a él a lo largo de su vida, aun en el estado imperfecto que las adquirió. Fue así que atribuye a la temperancia su larga y prolongada salud; al trabajo y la frugalidad, su temprana suerte, su fortuna y el conocimiento; a la sinceridad y la justicia, la confianza de su país y los empleos honorables. Franklin consideraba que el interés de cada uno debía consistir

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en ser virtuoso hasta para conseguir la felicidad en este mundo, y que ninguna cualidad era tan conveniente como la probidad y la integridad. Asimismo, creó un cronograma diario donde detallaba las tareas a realizar cada hora del día. Es interesante lo que se plantea: cuestionarse cada mañana qué cosa buena hará hoy, y por la tarde qué cosa buena ha hecho. Volvió a trabajar a la imprenta de Keimer por un muy buen salario para enseñar a los otros empleados, ya que el propio Keimer no tenía el conocimiento necesario para llevar adelante la imprenta. Durante este trabajo se destacó la impresión de papel moneda de Nueva Jersey, donde el propio Benjamin construyó una prensa para placa de cobre -la primera del país- y dibujó varios ornamentos y contraseñas para los billetes, para evitar la falsificación. A raíz de este trabajo, contactó a muchas personas importantes de Burlington. En la imprenta de Keimer conoció a Huge Meredith, otro empleado con quien había hecho gran amistad y con quien al cabo del tiempo estableció una sociedad, emprendiendo su propia imprenta. Recordaba con gran alegría el primer trabajo que le encomendaron por medio del señor House, de quien decía que sentiría siempre gran gratitud a lo largo de la vida. Al cabo de los años, Meredith -su socio- decidió no participar más de la sociedad. Ben consiguió los recursos económicos con sus amigos Guillermo Coleman y Roberto Grace para pagar las deudas con el padre de Meredith y poder así quedarse con la imprenta como único propietario. Durante este tiempo, en 1727, reunió a varios amigos, con quienes fundó un club de opinión y mutua ilustración al que llamaron Juntos, donde cada miembro debía presentar alguna cuestión sobre moral, política o filosofía natural para ser discutida. Este club fue uno de los pilares donde se destejió su estirpe negociadora de hombre público, preocupado por los temas trascendentales de la vida y de la búsqueda sincera de la verdad por medio del debate y por encima del afán de victoria. Se mantuvo vivo durante casi cuarenta años, con la particularidad de tener un número limitado de integrantes. Fue con este grupo que, a partir de 1730, fundó la primera biblioteca por suscripción a partir de los libros de sus integrantes, puntapié inicial de lo que hoy son las bibliotecas públicas estadounidenses.

A raíz de este emprendimiento, comprendió lo inconveniente de presentarse uno mismo como propulsor de cualquier proyecto ventajoso, por la reputación de cada uno; por ello pensaba que era mejor presentar el plan como proyecto de unos cuantos amigos. En 1729 fundó La Gaceta de Pensilvania, diario que rápidamente adquirió un buen número de suscriptores, entre otros aspectos, por un artículo publicado, donde se resaltaban ciertas observaciones sobre la disputa existente entre el gobernador Burnet y la Asamblea de Massachusetts. Previo a la creación del diario, publicó artículos en el periódico de Bradford bajo el seudónimo de El Entrometido. Durante toda su carrera, en sus periódicos procuró excluir todo libelo y ataque personal a cambio de proporcionar a sus lectores lo que fuese útil y entretenido. En 1730, se casó con Deborah Read -con quien tuvo tres hijos-, a quien había conocido a su llegada en Filadelfia y ya en su primera estancia previa a su ida a Inglaterra le había ofrecido matrimonio, pero había sido rechazado. Recordemos que durante el primer empleo de Ben en Filadelfia se alojó en casa del señor Read, padre de Deborah. En 1732, inició la publicación de un almanaque que mantendría durante veinticinco años bajo el nombre de El almanaque del pobre Ricardo, donde incluía sentencias proverbiales, principalmente aquellas que trataban del valor del trabajo duro y de la frugalidad. Algunas frases publicadas en este almanaque son: “A buen entendedor pocas palabras bastan”; “A quien madruga Dios lo ayuda”; “El tiempo perdido no se vuelve a encontrar”; “A Dios rogando y con el mazo dando”. Así lograba conjugar el ingenio, el sentido del humor y la trasmisión de valores y sabiduría popular. En 1733, envió a un obrero suyo a Charleston, Carolina del Sur, para abrir una imprenta en una suerte de sociedad, como hizo a lo largo de su vida con muchos otros empleados, lo que lo llevó a expandir su imprenta y a tener una holgada posición económica. Ben destacó en su autobiografía este emprendimiento en Carolina del Sur, y yo quisiera resaltarlo por la época en que este se desarrolló y lo que trasmitió. Al morir el obrero que conformaba la

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sociedad con Benjamin, la esposa, una señora holandesa formada en contabilidad, se hizo cargo del negocio, con tal éxito que le remitía trimestralmente, con todo detalle, sus beneficios, logrando sus propios ahorros para la educación de sus hijos y para comprarle a Franklin, con el tiempo, la parte de la sociedad, por lo que se quedó con la totalidad del negocio. Lo destaco por el concepto pionero que manejaba Franklin para con las mujeres: logrando la educación y el conocimiento adecuado tendrían las herramientas para liberarse de la persecución de los hombres ladinos. En 1736 fue nombrado oficial de la Asamblea de Pensilvania, su primera participación en un cargo público, siendo reelecto en los años sucesivos. Al año siguiente, fue nombrado jefe adjunto del Correo Postal de la ciudad de Filadelfia por el entonces administrador General de Correos. Al estar más involucrado en los temas de la administración pública, estudió lo relativo a la custodia del orden público por medio de los alguaciles, quienes en ciertas ocasiones cobraban una tarifa a aquellos amos de casa que no ayudaban directamente con la tarea, para así contratar personal sustituto. Así es como llevó este tema al club Juntos, planteando la inconveniencia de que una casa de poco valor pagara lo mismo que aquel comerciante con un gran almacén donde guardaba mercancías de un valor muy superior. Propuso como alternativa un sistema donde se hiciese una vigilancia más efectiva, empleando a las personas apropiadas. Como una manera más equitativa de soportar la carga contributiva, propuso que se hiciera en proporción a la propiedad. Como consecuencia de esta nueva actividad publicó un artículo sobre el problema de los incendios que se reiteraban y su control en la ciudad de Pensilvania, por lo cual se creó -a iniciativa de Franklin- una sociedad bajo el nombre de Compañía Unida contra Incendios -posteriormente transformada en el Departamento de Bomberos- para abordar esta temática. Asimismo, inquieto por la problemática de los incendios, inventó la estufa Franklin, que no solo daba más seguridad a los usuarios, sino que proporcionaba más calor con menos consumo de energía. Este invento nunca fue patentado por Benjamin, quien sostenía lo siguiente: “puesto que nos aprovechamos de las ventajas de las invenciones

de otros, debemos alegrarnos de hallar una oportunidad de servir a los demás con una invención nuestra, la cual debemos ofrecer libre y generosamente”. Por esos años sus negocios comenzaron a progresar y su condición de vida se hizo cada vez más holgada. Es así que concluye: “Después de ganar las primeras 100 libras, es más fácil ganar las segundas”. Esto le permitió delegar los negocios privados y atender con mayor ahínco las cuestiones públicas. Dos temas lo inquietaron durante esos años: la educación, que no pudo resolver hasta lograr, en 1749, crear la Academia, que luego se convertiría en la Universidad de Pensilvania, y la defensa. Para esta última materia, al no convencer a la Asamblea para elaborar una ley militar, impulsó una asociación voluntaria del pueblo, lo que logró con gran suceso a partir de una convocatoria a un mitin ciudadano por este asunto. Por medio de esta asociación ciudadana fue encomendado a obtener recursos militares con el gobernador de Nueva York, encargo que cumplió con total éxito. Al haberse desligado de sus negocios particulares, se dedicó a los estudios filosóficos y de entretenimiento, pero a su vez el pueblo le otorgó cargos y deberes. Fue así que integró la Comisión para la Paz, por encargo del gobernador; el Consejo Común, por encargo de la corporación de la ciudad; fue nombrado diputado por los ciudadanos para que los representara en la Asamblea, y finalmente fue nombrado administrador General de Correos de América. Fue impulsor de la pavimentación de las calles de la ciudad de Filadelfia, su barrido y el alumbrado de la ciudad. También, a raíz de contar con más tiempo disponible, incrementó su dedicación a diferentes experimentos con la electricidad. Por el año 1748 realizó el famoso experimento con una cometa en un día de tormenta, colocando una llave metálica en el hilo de algodón, para probar que los rayos de las tormentas producían descargas eléctricas. Como consecuencia de este experimento inventó el pararrayos. Además, se destacó por haber construido la primera batería y los lentes bifocales. libro Experimentos y observaciones con la electricidad, donde desarrolló la teoría del magnetismo, la teoría de terremotos y En 1752, publicó el

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estudios de dirección de movimientos de ríos y mareas. Todos estos experimentos tuvieron notoria repercusión en Europa, primero en Francia y luego en Inglaterra, donde recibió la Medalla de Oro como reconocimiento, en medio de un emotivo discurso del presidente de la Sociedad de Londres. Esta condecoración fue entregada en Filadelfia, donde el gobernador, el capitán Denny, realizó una fiesta. Aprovechando ese momento, el gobernador le indicó a Ben que deseaba contar con su ayuda y consejo para llevar la administración de un modo efectivo, prometiéndole que estaría dispuesto a hacerle los favores que pudiese. Tengamos en cuenta que Franklin era miembro activo y protagónico de la Asamblea y que presentaba muchas veces una posición opositora al gobernador. Ante la propuesta, Franklin relata en su Autobiografía cuál fue su respuesta: “Que mis circunstancias, gracias a Dios, eran tales que juzgaba innecesario los favores del gobernador para conmigo; y que como miembro de la Asamblea no podía aceptar ninguno; que no obstante yo no tenía ninguna enemistad personal con el representante de los propietarios y que siempre que las medidas que él me propusiese fuesen para beneficio del pueblo yo las defendería y las alentaría celosamente; mi pasada oposición se había fundado en que las medidas tomadas nacieron sin duda para favorecer el interés de los propietarios con gran perjuicio del pueblo; que yo estaba mucho más obligado hacia él […]”. Aquí se palpa la honradez en el accionar de Franklin y la defensoría del pueblo arraigada en su personalidad. En el año 1753, fue nombrado jefe de Correo de todas las colonias y, al año siguiente, fue un ferviente impulsor de la unión de las colonias, siendo designado por orden del ministro de Comercio para conferenciar con los jefes de las Seis Naciones en Albany, en momentos de encenderse nuevamente la guerra con Francia. También fue encomendado a hacerse cargo de la frontera noroeste, donde tuvo una experiencia militar y levantó fuertes para la defensa de los habitantes. En base a la experiencia de la construcción de fuertes hizo una reflexión, destacando claramente la importancia del trabajo y su virtud como valor fundamental de toda persona. Fue designado varias veces por la Asamblea Pensilvania embajador ante Inglaterra y el rey entre otros logros, se destacan: acuerdos con Consejo del Rey y los propietarios para de y, el el

establecimiento de impuestos y su utilización para el beneficio del pueblo, la solicitud de remoción del gobierno colonial y la anulación de la Ley del Timbre impuesta por Inglaterra a las colonias. En 1773, tuvo una ardua discusión con el Parlamento británico, donde defendió la posición de aceptar al rey como líder de las colonias, y que las decisiones debería tomarlas la Asamblea de estas y no el Parlamento británico. En 1775, fue ferviente animador del espíritu independentista de las colonias, lo que lo llevó a tener enfrentamientos con su hijo, que en ese entonces era gobernador de Nueva Jersey. Integró el comité redactor de la Declaración Oficial de Independencia y fue designado embajador ante Francia. Viajó a ese país para lograr el apoyo y el reconocimiento de la independencia de los Estados Unidos. En el año 1778, logró éxitos en su misión y se firmó el tratado de alianza con Francia, renunciando esta a reclamar los territorios franceses al este del río Misisipi. Al referirse a los ejércitos que participaron en la defensa de las colonias, destacó en su Autobiografía una diferencia entre el comportamiento del ejército británico y el francés, y resaltó el buen comportamiento de los franceses, ya que en 1781, durante su marcha por la zona más despoblada del país, no ocasionaron la más leve queja de parte de los pobladores, ni siquiera por robo de un cerdo, una gallina o una manzana, en contrapartida con el ejército británico, que en la primera marcha de 1754 atacó y despojó a los habitantes. En 1781 firmó el tratado de paz con la corona británica. Finalmente, en 1787, integró la Convención Constitucional, dando el 17 de setiembre un discurso conmovedor, que iniciaba diciendo: “Confieso que hoy no apruebo del todo esta Constitución, pero no estoy seguro que nunca la apruebe porque he podido observar que en muchas ocasiones me he visto en la necesidad de cambiar de opinión. Pensando así acepto esta Constitución con todas sus faltas, porque creo que un gobierno general es necesario para nosotros. Dudo también que ninguna otra convención que podamos lograr sea capaz de hacer una Constitución mejor”. También instó a los convencionales a que se guardaran sus objeciones al salir de la Convención y que recomendaran la Constitución

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para que fuera bien recibida en general, tanto frente al pueblo como frente a las naciones extranjeras y dijo: “Deseo que todos los miembros de la Convención que quisieran hacer alguna objeción se acojan un poco conmigo a la duda de su propia infalibilidad y que para manifestar su unanimidad pongan su nombre en este instrumento”. En 1790, a los ochenta y cuatro años de edad, falleció quien en el día de hoy recordamos con mucha alegría y beneplácito por todo lo que dejó en todos los ámbitos en que actuó, tanto en Europa como en America, no solo en la lucha por la independencia de su país y como científico, sino por los muchos aportes que realizó en una infinidad de ramas para toda la humanidad; por la vigencia de su prédica, promoviendo como conducta de vida la adopción de

virtudes en contraposición con los vicios prejuiciosos para el transitar en los asuntos públicos y privados. Quisiera terminar con una frase de su autoría que dice así: “La felicidad humana no nace tanto de las grandes hazañas que ocurren de tarde en tarde, como de las pequeñas comodidades que conquistamos cada día”. Muchas gracias, señor presidente. (Aplausos en la sala y en la barra) SEÑOR PRESIDENTE (Jorge Gandini).- Habiendo culminado la exposición del señor diputado Andrés Carrasco en conmemoración del Día de las Américas, se levanta la sesión. (Es la hora 16 y 1)

SR. JORGE GANDINI PRESIDENTE

Sr. Juan Spinoglio Secretario Relator

Dra. Virginia Ortiz Secretaria Redactora

Arq. Julio Míguez Director del Cuerpo Técnico de Taquigrafía

Dep. Legal N° 322.569/01 Impreso en la División Ediciones de la Cámara de Representantes